Las hormigas siguen caminando. Cada vez son más. Como lo hacen desde hace diez años, se juntan a fines de febrero en el corazón del barrio Ludueña, en el oeste rosarino. Recorren el sinuoso camino de su búsqueda de justicia, para que los asesinos de Pocho Lepratti y el resto de los caídos en diciembre de 2001 estén tras las rejas. Todos los asesinos: los de uniforme azul y los de saco y corbata, con Carlos Reutemann a la cabeza.
Pero su camino también es el de la dignidad.
Y lo transitan con alegría. Bailan al ritmo de la murga y del rocanrol. Rodean el fuego que consume al Momo. Renuevan energía porque si hay lucha, todo el año es carnaval.
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